La vida nos da la oportunidad de saborear las más ricas experiencias, así como platillos hay en la gastronomía. Imaginen que de todos los tipos de comida en el mundo, podemos probar las mejores delicias y nosotros elegimos el menú. Las experiencias que la vida nos presenta, son muy parecidas a la comida; hay las que te nutren y son deliciosas; las que dañan tu salud pero son muy sabrosas, las que te nutren pero son desabridas como un plato de verduras hervidas sin sal. También están las que ni te nutren, ni te engordan, pero son necesarias como el plato de All Bran por las mañanas.
Hay algo que nunca podremos dejar de hacer y eso es comer. Dicen por ahí que “uno se acostumbra a todo, menos a no comer” yo digo que tampoco a no vivir… Ya he dicho que comer es lo único que me da placer 3 veces al día y con los años me he vuelto muy tragona, tanto que todos los días me levanto con la intención de respetar mi dieta de comida sana y nutritiva, aunque no siempre se puede.
Comer y vivir son un ejercicio constante y necesario para poder crecer. En el día a día, los alimentos son las experiencias que nosotros mismos elegimos del menú de la vida. Habrá veces que lo que pedimos no será lo que estábamos esperando y otras más serán gratas sorpresas al paladar. También pasa que de lo que tenemos antojo no está en la carta y nos quedaremos con las ganas, pero no por ello dejaremos de intentarlo.
Imaginen la escena de estar sentados frente a una mesa muy bien puesta, con manteles blancos y elegantes, cubiertos de plata y copas de cristal de Bacarat. La mesa está puesta y el Chef se ha esmerado en cocinar los mejores platillos para deleitarnos; sin embargo hemos llegado sin hambre a este festival de sabores, o peor aún nos hemos puesto a dieta… que frustración más grande, no??!!
Así mismo pasa en la vida. Dios nos da la oportunidad de tomar todo lo mejor que nos presentan los días, sin embargo nos abstenemos de comer por que nos hace “daño”, somos alérgicos o tenemos complejos de gordos; cuando en realidad somos anoréxicos ante la felicidad.
El ser humano tiene la capacidad de elegir que llevarse a la boca todos los días y que experiencias vivir y disfrutar. Podemos elegir nuestra dieta, pero el miedo o la anorexia emocional nos impide probar lo mejor que se nos pone a la mesa en bandeja de plata.
Comamos los platillos que la vida tiene para nosotros, elijamos los que nos nutren y son deliciosos, los que nos alimentan el espíritu, recuerden que "de gordos y tragones están llenos los panteones". No lleguemos a la tumba flacos de experiencias y mucho menos anoréxicos de felicidad.
Saboreemos la vida y no olvidemos comer frutas y verduras … con sal!
Hay algo que nunca podremos dejar de hacer y eso es comer. Dicen por ahí que “uno se acostumbra a todo, menos a no comer” yo digo que tampoco a no vivir… Ya he dicho que comer es lo único que me da placer 3 veces al día y con los años me he vuelto muy tragona, tanto que todos los días me levanto con la intención de respetar mi dieta de comida sana y nutritiva, aunque no siempre se puede.
Comer y vivir son un ejercicio constante y necesario para poder crecer. En el día a día, los alimentos son las experiencias que nosotros mismos elegimos del menú de la vida. Habrá veces que lo que pedimos no será lo que estábamos esperando y otras más serán gratas sorpresas al paladar. También pasa que de lo que tenemos antojo no está en la carta y nos quedaremos con las ganas, pero no por ello dejaremos de intentarlo.
Imaginen la escena de estar sentados frente a una mesa muy bien puesta, con manteles blancos y elegantes, cubiertos de plata y copas de cristal de Bacarat. La mesa está puesta y el Chef se ha esmerado en cocinar los mejores platillos para deleitarnos; sin embargo hemos llegado sin hambre a este festival de sabores, o peor aún nos hemos puesto a dieta… que frustración más grande, no??!!
Así mismo pasa en la vida. Dios nos da la oportunidad de tomar todo lo mejor que nos presentan los días, sin embargo nos abstenemos de comer por que nos hace “daño”, somos alérgicos o tenemos complejos de gordos; cuando en realidad somos anoréxicos ante la felicidad.
El ser humano tiene la capacidad de elegir que llevarse a la boca todos los días y que experiencias vivir y disfrutar. Podemos elegir nuestra dieta, pero el miedo o la anorexia emocional nos impide probar lo mejor que se nos pone a la mesa en bandeja de plata.
Comamos los platillos que la vida tiene para nosotros, elijamos los que nos nutren y son deliciosos, los que nos alimentan el espíritu, recuerden que "de gordos y tragones están llenos los panteones". No lleguemos a la tumba flacos de experiencias y mucho menos anoréxicos de felicidad.
Saboreemos la vida y no olvidemos comer frutas y verduras … con sal!
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